viernes, 7 de marzo de 2014

RENACER



Y pasaron más de cuarenta días y cuarenta noches, y como si de un antiguo mito o de una plaga bíblica, se tratara, temimos correr la suerte de Macondo. Si mis cálculos no me fallan, pasaron más de ciento veinte días sin que las lluvias y los vientos dieran tregua...Pero por fin!! se apartaron las nubes, se calmaron los vientos, el mar retomo su engañosa calma...Y se volvió a hacer la Luz.

Parece incluso, que al Sol le diese por madrugar, de repente, amanece antes y anochece después. Sin previo aviso abandonamos esa perpetua penumbra a la que estábamos castigados. Quizás esto no sea más que una apreciación subjetiva, un síntoma del optimismo que la energía de la Luz nos provoca.

Sucedió así, un buen día nos sorprendió la primavera...dejó de llover, las aves volvieron a surcar los cielos, los barcos volvieron a surcar estos mares, y los hombres y las mujeres volvieron a hacer surcos en la tierra, abandonada a su suerte durante todo este tiempo.

Las calles, las plazas, que habían estado semi-abandonadas, solo habitadas por el deambular urgente de alguna necesidad, volvieron a encontrarse con el ir y venir de las gentes, el bullicio de los niños y el dulce holgazaneo de los viejos.

Se hizo la Luz. Y nos levantamos y volvimos a la Vida.